lunes, 7 de junio de 2010

EL PAPALOTE VOLADOR

Recuerdo una vez que mi Padre nos dijo que iba a hacer un papalote (este era el nombre como se conocían anteriormente las actuales piscuchas) me moría de la curiosidad por saber que era un papalote. Me imaginaba una mariposa nocturna volando en el día. Sin embargo; llegó el día indicado para la elaboración y volada, para nosotros fue una fiesta. Esto me pareció un detalle muy bonito de parte de mi papá, porque él, poco acostumbraba a tener una relación de juego con nosotros/as. Éramos en ese tiempo unos 7 hijos e hijas de los 10 que actualmente somos,los otros tres todavía no habían nacido, en ese momento.

Mi padre era un hombre dedicado a la agricultura y a la crianza de ganado, motivo por el cual, casi todos los días estaba fuera de la casa. Solamente lo veíamos cuando llegaba a descansar, a comer y a dormir. Ese día anunciado para volar el papalote muy temprano empezó a buscar los materiales: unas varitas, papel periódico muy escaso en ese tiempo, engrudo (era un pegamento hecho en casa a base de harina de yuca).

Fue así como empezó el trabajo de confección, primero recortó el papel periódico y lo pegó en las varitas que antes había preparado. Todas éstas bien medidas de manera que al volarlo no se fuera de lado y que también fuera lo suficientemente frágil como para que el viento lo elevara. Por fin el papalote quedó terminado.

Ahora, viene la Segunda parte de la fiesta, la volada o elevada, había que esperar el viento fuerte porque de lo contrario no se elevaba. Los materiales utilizados hacían pesado el papalote y dificultaba la volada con viento suave. Mi padre comenzó a silbar y a silbar (era la forma como llamaba el viento) cuando llegó el viento fuerte empezó a elevar el papalote, tenía una enorme cola, porque para él lo más interesante era el movimiento que hacía la cola con el viento. Como el papalote era pesado y el viento fuerte, su cansancio fue también enorme. Todos nos divertimos mucho ese día, hasta mamá, las tías y el abuelo que también llegaron a la elevada. Todos vivíamos en la misma casa grande por lo que esta actividad se convirtió en una fiesta familiar de esas que no se hacen muy seguido.

Mi padre nos contaba como de pequeños en su vecindario elevaban papalotes con sus amiguitos y como ellos se divertían en ese tiempo. Esta fue la forma como él transmitió esta tradición a sus hijos. El final de la historia del papalote termina cuando el día siguiente, mi Padre no podía ni mover los brazos a causa del ejercicio del día anterior, porque déjenme decirles que no se usaba manivela, la pita se maniobraba solamente con la fuerza de las manos y brazos. Nosotros estábamos tristes porque en esas condiciones no lo volaría más. Efectivamente fue así, nunca más él volvió a volar el papalote y fue de allí en adelante que mis hermanos comenzaron a fabricarlos y volarlos, con materiales más sencillos y desde luego que yo también ayudaba.

En la actualidad su nombre ha cambiado por el de piscuchas y son elaboradas de materiales más frágiles, lo que facilita la elevada aún con viento suave. A ello se debe que ahora la piscucha se ha convertido para los niños de escasos recursos económicos en el entretenimiento favorito en cualquier época del año, cualquier brisa por suave que sea es buena para elevarlo.

Apopa. 20 de septiembre de 2000

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